Categoría: poesía
España, junio 2022
Un día desperté pensando que podía dar más,
que me estaba rindiendo.
Porque a mi que me enseñaron a luchar todo,
pero hay cosas que no se luchan.
Tuve un amor que luché,
y lo que logré además de lágrimas fue
el valor de no luchar lo que no merecía.
Desde eso, me cuestiono y elijo qué estoy
dispuesta a dar, a esforzar, a comprometer.
Ir hacia un ideal, por un objetivo,
tan sólido y gaseoso como la felicidad,
poder decirle no a la circunstancia que
ni aporta, ni resta, pero si estanca.
Circunstancias rígidas y oscuras,
o ramas, por las que se ven las luces,
por las que es posible sentir un nuevo atardecer.
Cuesta irse de lugares que consideramos nuestros,
que regalan grandes momentos,
pero en últimas, no son propios,
porque ninguno es propio,
los hacemos propios.
Acá fuimos desconocidos,
anónimos, tal vez para unos,
desagradecidos,
para mi fuimos mutantes,
fieles a nosotros,
al anhelo de una vida en alegría y armonía.
Sin la certeza de que sea la mejor decisión,
tal vez es la más adecuada,
es la que la vida nos pide a gritos para seguir creciendo.
Así que miro al cielo y digo lo que mi mamá me enseñó:
“Dios concédeme Serenidad
para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
Valor para cambiar aquellas que puedo cambiar
y Sabiduría para reconocer la diferencia”.
Una Andrea Más
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