Categoría: Poesía
Suiza, junio 2021
La adición del mal recuerdo, es y será una debilidad compartida,
revivir el momento, lugar, y la secuencia hasta el final.
Una siendo débil, una en medio de un caos, una aturdida,
una humillada por una misma.
Todos los días de camino a la rutina, en el bus,
calle a calle, seguía la historia, debía sintetizar todo,
lo que llevaba puesto, el gesto, las palabras.
Al ritmo del reloj, milimétricamente todo calculado.
Después la parada final, el momento en el que me quebraba,
las rodillas se desvanecían, y recordaba las madrugadas...
eternas, llenas de nerviosismo.
Esa gente que se quiere ir,
simplemente hay que dejarla ir,
aunque ojalá la cabeza funcionara así.
Buscamos explicaciones,
para todo, la reflexión y el qué pasará.
Sabiendo que después no... no...no..
no pasa nada.
Hay gente que no va a dar explicaciones,
y una debe estar preparada para eso,
para el golpe, el dolor y el adiós.
Somos una especie adicta al dolor, somos eso que
araña por dentro, no son los otros, somos nosotras mismas,
somos el hueco en el que caemos,
somos esa canción que nos hace sacarlo todo.
Buscamos concientes esos números,
esas esquinas,
esas fotos.
Volvemos esas cosas porque queremos volver al dolor.
La obsesión que tenemos,
no es principalmente con otros seres humanos,
es con el rechazo, con el control, con el poder.
Volver a alguien 20 veces, no es ni será una verguenza
corporal ni social. Volver las 20 veces solo representa las 40 veces
que la mente quiso controlar una decisión y que la mitad se dejó
vencer.
La resistencia mental no es solo memorizar,
esa fortaleza se adquiere con mil tropiezos,
en la manera como ese pensamiento obsesivo,
esa aguja que cose duro, perfecto, agujero por agujero…
que daña, que pincha, que te saca sangre,
la cambias por un tejido más real, más presente, más liviano.
Una Andrea Más
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