Categoría: relato
Colombia, Marzo 2018
Había una vez, otra vez y otra vez que me veía como un globo en el espejo, nada raro para muchas mujeres que sufren por lo mismo. En esas veces, creo que todo lo que estaba afuera de mi funcionaba muy bien, pero internamente había algo que incomodaba y dolía, superaba el dolor a todo, incluso a las inyecciones que es mi terror.
Ayer mi cuñada me recomendó una conferencia que se titulaba cómo saber si el sobrepeso que tenemos es emocional, sinceramente no lo terminé, y llegué a la conclusión que los pesos que “sobran” también son emocionales. Viajé en el tiempo, cuando lloraba sin razón, dormía 12 horas al día y me sentía débil en todos los sentidos.
No voy a exagerar, nunca llegué a los huesos, el drama no hace mejor la historia, pero sí estuve muy desnutrida, tuve las defensas más que en el piso, alto índice de anemia, por la cual cada 15 días tenía que asistir a la clínica a que me inyectaran hierro ¡inyectaran! Sí… mi mamá y yo recordamos esos días como unos de los más crueles, porque yo lloraba sin control y ella peleaba con las enfermeras para que un médico fuera quien me tomara la vena, porque de los nervios se me escondían.
Se me aguan los ojos de solo pensarlo, y aunque hay cosas que ya hemos sanado, hay momentos que marcan un antes y un después. En esa época yo tenía un “amor”, que me había dado en la misma medida de felicidad, desdichas, fue la primera vez que sentí que alguien literalmente me hacía pedazos, lo culpé mucho de lo que me pasaba y él fue la excusa perfecta para alimentar, o desalimentar ( si es que es una palabra) el amor a mí misma.
Cuando llegué donde el psicólogo, me dijo lo primero: la anorexia nerviosa no es solo quedar en los huesos, dos: es necesario enviarte medicamentos para nivelarte por lo tanto vas para donde el psiquiatra, tres: acá no hay culpables, aquí vamos a trabajar hacía adentro.
Concluimos que no era una presión social como regularmente sucede, que esa imposición era individual, que yo me había convertido en mi peor amiga. Pero aquí había una posible “antagonista”: mi mamá. Sus malos hábitos alimenticios, siendo ella nutricionista y esteticista, sus obsesiones por la imagen y tantos símbolos con los que crecí como normales jugaban un papel indispensable, pero lo más esencial, era la relación que había sostenido con ella por años.
Yo la invalidaba y poco a poco me sentía identificada con su manera de ser. En realidad yo cargaba rabia y la asignaba como responsable de lo que vivía. Sin embargo, a partir de ese momento, de descubrir eso, de sanar eso, de identificarlo y hablarlo con ella, mi vida es mejor indiscutiblemente.
Los momentos son muchos, desmayos, mareos, asco, repugnancia por todo, por la gente…. Pero ahí tuve una oportunidad increíble de darme cuenta que no era la víctima ni la juez de las circunstancias, que me habían tocado a mí para transformarme, porque como decimos una amiga y yo, “crecer duele un montón”.
La percepción que tenía de mí, de mi mamá, del orgullo, de la superioridad - que siempre fue inferioridad - cambió. Creo que los pesos que perdí también fueron esos y gané una infinidad de cosas que hoy contribuyen mucho a mi ser.
Considero que uno eleva su conciencia y que mejora notablemente en momentos en que pones la vida en un limbo. No lo recomiendo, no lo estoy aconsejando, pero más allá de ser una experiencia tenebrosa, ha sido una de las más lindas. Fue morir y volver a nacer, porque necesitamos morir muchas veces, a muchas versiones pasadas que fuimos, morir y purgarnos a tanta basura que nos hemos metido.
No me volví a pesar, no hablo del tema con nadie y hoy considero que el cuerpo muta cómo muta el alma, sin embargo hoy después de muchos años escuché a mi mamá decir: “tú que tanto me regañas y llevas semanas sin comer en la mesa, con tiempo, además estás hablando de gordura ¿te estás escuchando? Olvidaré eso y mejor disfrútate ese café con azúcar” y la abracé…. ¡Gracias por recordarlo!
Por el momento he aceptado que la cantidad de pelo no es la misma, que el subir o bajar de peso tiene sus consecuencias emocionales y que las mil veces que dije ya lo intenté todo, lo estaba intentando era para el lado que no era.
Una Andrea Más
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